En las novelas de Horacio Castellanos Moya siempre hay un solitario que bebe en la barra de una ciudad extranjera, administrando las dosis de alcohol que su cuerpo puede manejar, mientras piensa en cómo resolver su errabunda existencia -marcada por el auto exilio de un país complicado como El Salvador- y de paso, seducir a la camarera, aunque esto casi siempre sucede sólo en su cabeza.
Un ambiente de novela negra se respira en estas novelas aparentemente sin detectives, en las que el crimen se cometió hace muchos años y forma parte del ADN de los personajes, como el asesinato del poeta Roque Dalton a mano de sus camaradas guerrilleros, al que el autor vuelve obsesivamente.
En El hombre amansado, su novela más desencantada, Erasmo Aragón acaba de llegar a Estocolmo, luego de haber tenido que abandonar Estados Unidos a partir de un oscuro episodio desarrollado en su novela anterior Moronga. Erasmo relata su crisis nerviosa luego de ser despedido de la universidad norteamericana donde trabajaba, y su posterior convivencia con una atractiva enfermera sueca que estaba haciendo prácticas en el hospital al que fue internado (y que luego de su convalecencia le brinda una nueva oportunidad en su país). Si esta situación puede resultar algo inverosímil para el lector, lo es más para el protagonista, que, fiel a su paranoia de ex periodista centroamericano, se pasa buscando agentes encubiertos y complots en su nueva rutina escandinava, donde depende de su pareja y se cuida de todo exceso. Pero como suele suceder, la amenaza viene desde adentro, y al mínimo descuido Erasmo verá como su equilibrio será trastocado nuevamente, en el círculo vicioso del desarraigo que constituye su obra.
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