De los trece largometrajes visionados en este feliz reencuentro con la edición presencial del principal festival de cine del Ecuador, pienso que el filme “Lo que se hereda” -en el que la directora dominicana Victoria Linares realiza un descarnado retrato de su tío cineasta, borrado de la historia familiar por su profesión y preferencia sexual- es la que mejor encarna la capacidad del cine documental para acoger toda clase de elementos en su narración. Aquí cabe de todo, desde entrevistas con familiares, narración en off de la realizadora e imágenes de archivo (videos domésticos y las películas del tío) hasta la incorporación de textos escritos, animaciones a partir de fotografías e incluso recreaciones cercanas a la ficción. En las escenas finales del filme, los ancianos familiares de la directora interpretan en un estudio fragmentos de los guiones que su malogrado tío dejó sin filmar.
De recreaciones también va el primer documental del cineasta de ficción ecuatoriano Víctor Arregui, “El día que me callé” co-dirigida por Isabel Dávalos. En esta película, el cineasta indaga en un acontecimiento traumático de su juventud, en el contexto de la militancia política de los ochenta. Pero como sus compañeros de militancia –con quienes conversa y recoge sus pasos- no le ofrecen demasiadas pistas sobre el lejano evento, el cineasta decide recrearlo a través de la ficción, con actores y ambientación de la época. A esto se añade un tercer registro, que podríamos denominar el “making of”, en el que el cineasta reflexiona sobre este proceso y dentro del cual -en una escena de gran intensidad- estas imágenes finalmente le ofrecen una catarsis, justificando su presencia en el filme. Está claro que nos encontramos lejos de las burdas recreaciones de los docudramas de Netflix y más cerca de clásicos documentales como “The act of killing” (2012) en el que militares indonesios recrean sus crímenes políticos del pasado.
Menos comentada pero igualmente impactante que el filme de Arregui, es “Quién mató a mi padre”, de la dupla madre-hija Lourdes Endara y Camila Larrea, que también contiene recreaciones ficcionalizadas de otro evento borroso: la muerte de Ramiro Endara, joven militante de izquierda, poco antes del nacimiento de su hija Lourdes en los sesenta, aparentemente por suicidio. Aunque el filme abandona pronto estas recreaciones para desentrañar la convulsa historia política de esa década, estas imágenes permanecen, quizás por el escaso archivo audiovisual de la época. El filme también inaugura el género policial en el documental ecuatoriano con la improbable figura de Lourdes Endara -académica y madre de familia- como detective, y quien, ante la prolongada inoperancia del estado, decide investigar el caso de su padre y resolver el crimen por su cuenta.
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