Por primera vez en 15 años, en 2022 no se realizaron convocatorias para fomento de cine.
Desde su creación en 2006, el inicialmente llamado Consejo Nacional de Cine (CNCine), comenzó a organizar convocatorias anuales para las principales etapas de realización de largometrajes de ficción y documental: “Guion”, “Desarrollo”, “Producción”, “Posproducción”. En años posteriores se añadieron categorías como “Distribución” y “Publicaciones” y en su mejor momento incluso llegó a haber dos convocatorias por año.
En 2016, el CNCine se convirtió por ley en el Instituto de Cine y Creación Audiovisual (ICCA) y siguió con lo que se venía planteando.
Aunque no faltó algún despistado que de tanto en tanto se quejaba por la existencia de estos fondos y su supuesta carga ideológica, lo cierto es que el cine, en casi todos los países del mundo menos Hollywood, y siguiendo el modelo francés de la “excepción cultural”, es una actividad subvencionada en gran parte por los estados.
En el Ecuador el incremento en la producción y calidad cinematográfica fue notable. Muchos cineastas comenzaron a vivir de sus oficios. Toda una generación -en la que me incluyo- aprendió a desarrollar y concretar sus proyectos a partir de este esquema y aunque no siempre se ganaba, cada convocatoria era una excusa para seguir avanzando con los proyectos.
No voy a hablar de estadísticas, pero hubo un antes y después de estos fondos, llegando a hitos como que en 2014 se estrenaran 16 largometrajes en los cines, algo impensado años atrás, sin contar con la producción de largometrajes documentales que no siempre se estrenaban comercialmente. Aunque después vino la crisis de público (y ya no se repitieron las cifras de cuando una película ecuatoriana todavía era una novedad), el cine ecuatoriano creció mucho y hoy podemos decir que tenemos una cinematografía amplia y variada, incluso reconocida internacionalmente en festivales y otros espacios.
La autonomía y estabilidad que tenía el ICCA se vino abajo cuando, durante la pandemia de 2020, el expresidente Moreno fusionó al ICCA con el Instituto de Fomento a las Artes, Investigación y Creación (IFAIC) y se creó el Instituto de Fomento a la Creatividad e Innovación (IFCI).
Desde entonces, las convocatorias han sido irregulares y cada vez más fragmentadas. Y en tan solo dos años han habido cuatro directores para esta institución.
En la convocatoria de finales de 2021, por ejemplo, las categorías habían cambiado notoriamente: en vez de “Desarrollo de Largometrajes”, era “Desarrollo de Largometraje de Animación” y en vez de “Producción de Largometrajes”, era “Producción de Largometraje de Pueblos y Nacionalidades”.
Muchas de esas categorías supuestamente novedosas quedaron desiertas, al haberse creado más desde el capricho de funcionarios de turno que de estudios serios. Posiblemente por estas razones (la opacidad de la institución no permite otra cosa que conjeturas), la anterior directora del IFCI fue removida de su cargo y se convocó al proceso para designar una nueva autoridad, en lo que se fue buena parte del año. A finales de año además se supo que el estado no había pagado las cuotas a programas internacionales como Ibermedia.
A inicios de 2023, el IFCI finalmente convoca a una “nueva convocatoria de concursos públicos”. Entre las diferentes disciplinas artísticas, las únicas categorías de fomento cinematográfico y audiovisual son: “Producción de cortometrajes de ficción” (Acción, Suspenso, Terror, Ciencia Ficción o Comedia), “Series web ficción o documental” y “Producción de videojuegos para dispositivos móviles”.
Estas categorías “de juguete” continúan con lo iniciado en la convocatoria anterior y confirman lo que parecería ser la intención subyacente: acabar con el cine ecuatoriano, tal y como lo conocíamos.
En este sentido, no puedo dejar de hacerme ciertas preguntas, ¿Según que parámetros el IFCI decidió que el largometraje cinematográfico dejó de ser un formato que se debe apoyar? ¿Desde cuándo las series web y los videojuegos se convirtieron en una prioridad para por sobre otros formatos? ¿Dónde queda el apoyo al reconocido cine documental ecuatoriano? Y, por último, ¿el género fundacional del drama no merece un pequeño espacio ni siquiera en los cortometrajes de ficción?